Antigüedad tardía

(siglos IV-VII)

A mediados del siglo IV Barcelona cuenta ya con una comunidad cristiana bien organizada y estructurada, con una catedral y su baptisterio. Después de un tiempo de persecuciones, el emperador Constantino toleraría el cristianismo (313) y, finalmente, Teodosio lo convirtió en la religión oficial del Imperio (380). A partir de ese momento, la figura del obispo fue ganando peso, de modo que ejercía auténticas funciones de gobierno.

En el año 450 nació una nueva diócesis del territorio de Barcelona: Égara (Terrassa), formada por los territorios del actual Vallès y quizás de parte del Baix Llobregat. Su conjunto episcopal se ha conservado en gran parte y es uno de los mejores ejemplos de arquitectura de los siglos V y VI del Mediterráneo occidental.

Al caer el Imperio romano de Occidente (476), Barcelona pasó a formar parte del reino visigodo, del que fue capital en dos ocasiones, en los siglos V y VI. Y como los visigodos profesaban el arrianismo (una variante del cristianismo que no estaba en comunión con Roma), se erigió una nueva catedral en el lugar de la actual basílica de los Santos Mártires Justo y Pastor.

Conquistas y frontera

(siglos VIII-X)

De la Barcelona del siglo VIII nos ha llegado poca información: una vez conquistada por los árabes pasa a formar parte de Al-Ándalus, y parece que al menos parte de la catedral fue transformada en mezquita. En el año 801 la ciudad capitula ante Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, que la incorpora al Imperio carolingio y acaba así el dominio musulmán.

A lo largo del siglo IX, la diócesis de Barcelona era un territorio de frontera, en contacto directo con el islam. Entre los siglos IX y XI, los condes conquistaron lentamente los espacios situados más allá del Llobregat, formando la Marca del Penedès.

Era un tiempo de intercambios económicos y culturales, pero también de duras razias, como la protagonizada por Almanzor en 985, que según las crónicas arrasó la ciudad. Mientras, los condes dejarían de depender del rey de Francia, que no era capaz de defender estos lejanos territorios del centro de poder carolingio.